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sábado, 21 de agosto de 2010

En la Shicuana


Chamis nos recibió acogedora y silenciosa. La escuela de primaria IEN82848 es nuestro centro de operaciones, junto a nosotros, un pequeño y colorido cementerio nos acompaña día y noche con sus cruces burlonas asomando sobre nuestras cabezas. A más de 3000 metros de altura, Cajamarca se abre extensa bajo nosotros.

Solo unas pocas casitas y unas cuantas ovejas y vacas pastando pintan los prados de La Shicuana, donde nos encontramos. Cuando llega la tarde la escuela se innunda con el olor de los eucaliptos y el sonido de los chicos saliendo gozosos de sus clases.

Chamis es un lugar hermoso, con gente tímida y generosa, vestida con trajes colmados de colores y tradiciones latentes. Curiosos observan a los “gringos” que rondan por sus calles durante la semana.

Los primeros en llegar son los más chicos que temerosos nos sonríen y nos observan murumurando entre ellos. Vienen caminando desde el centro poblado de Chamis, a poco más de una hora, tan solo, a la vuelta del cerro frente a nosotros. Entre la gente que partcipa en los talleres, encontramos también adultos del caserío y algunos profesores. Algunos llegan desde Cajamarca, Chamis y otras localidades. Desde el más chico al más grande, todos tienen cientos de historias para contar. Dispuestos a empaparse de todo, nos escuchan y nos miran atentos. Solo bastan dos días para tomar confianza con ellos y empezar a jugar. La mayoría, nunca han visto o tocado una cámara o una computadora, pero no dudan a la hora de experimentar.

Nuestra llegada a este lugar, ha sido un golpe de realidad. Chamis siempre vivió de la agricultura; trigo, papa, maíz y olluquito. Pero últimamente no llueve mucho, parece que el agua se haya olvidado de esta tierra. Nos cuentan que los niños se quedan solos durante el día, sus papas bajan a Cajamarca para trabajar y no regresan hasta la noche. Como un lugar olvidado, en La Shicuana no hay internet, aunque Cajamarca se encuentre a tan solo media hora a pie.

Entre los temas escogidos por los talleristas, está el quechua y todo lo que rodea a esta enigmática lengua. Ahora, solo los más viejos mantienen su idioma, ni los chicos ni sus papas ya lo quieren hablar, para eso tienen un castellano impuesto. Ya son pocas las comunidades acá en el norte que conservan tímidamente el quechua como su idioma natal.

No podemos evitar sentirnos extraños en nuestra propia tierra… a tan solo trece horas de diferencia en bus, parecemos estar en otro planeta. Estas diferencias nos enriquecen pero nos desconciertan. Cuando la gente de la comunidad nos pregunta de donde somos, Lima parece ya otro país.

El Segundo día, decidimos que no teníamos nada mejor que hacer que perdernos por el cerro cuando regresábamos de Cajamarca tras una ducha rápida y necesaria, después de casi dos horas por angostos caminos llenos de piedras y agujeros, conseguimos llegar asados a nuestro pequeño hogar, La Escuelita IEN82848.

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